Un gol que valió centenares de muertes
No
debe haber nada más lindo para un futbolista, que marcar el gol de la victoria
en el último minuto de un partido; más aún cuando de una competición
internacional se trata. Sin embargo, para Serguéi Schvetsov fue su peor
condena.
Hace apenas 2 años, en 1980, en el
estadio de Luzhniki (en esa época llamado estadio central Lenini), se llevaba a
cabo la clausura de los XXII Juegos Olímpicos, celebrados en Moscú. En ese
mismo escenario se disputó la medalla de oro en la modalidad de fútbol entre
Alemania Oriental y Checoslovaquia, encuentro que finalizaría 1-0 en favor de
estos últimos. Al certamen no asistieron delegaciones favoritas en esta disciplina
como las de Argentina y Uruguay, por influencia de Estados Unidos, debido a las
diferencias sostenidas con la Unión Soviética.
Corría el 20 de Octubre de
1982, Moscú presentaba una temperatura cercana a los -10 grados C°, y los
aficionados esperaban con ansias el partido de ida de los dieciseisavos de
final de la Copa de la UEFA entre Spartak de Moscú y el Haarlem de Holanda. El
estadio tenía una asistencia de algo más de 15.000 aficionados, pero debido a
las tormentas de nieve, algunas de las tribunas habían sido cerradas, al punto
de que, tanto aficionados rusos como aficionados holandeses, estaban sentados en
el mismo punto.
Al entretiempo el partido se
fue con el marcador 1-0 a favor de los locales. El fútbol atravesaba por
aquellos andares en los que los aficionados aseguraban que si su equipo lograba
un 2-0 en casa era prácticamente imposible que los eliminaran. Era un deporte mucho más disputado de lo que
es hoy en día; algún cuadro modesto
podía competir en cualquier estadio sin importar su nombre o el equipo que
tuviera en frente. El 2-0, para la mayoría de equipos, era prácticamente una
sentencia.
El encuentro llegaba a su
final y el frío se hacía cada vez más intenso, los aficionados locales, al ver
que el segundo tanto no llegaba empezaron a salir del estadio con la
incertidumbre de si el resultado les alcanzaría o no para clasificar a los
octavos de final. Sin embargo, a 20 segundos del final Serguéi Schvetsov se
eleva en el área tras un centro de tiro de esquina y lograba batir al portero
visitante. El gol más caro de toda la historia del deporte ruso.
En el mismo instante en que
el defensor del Spartak anotaba el 2-0 definitivo, una dama resbalaba y perdía
uno de sus zapatos en una de las escaleras que dirigía de las tribunas al túnel
de salida del estadio. Los aficionados que habían salido intentaron regresar para
comprobar si era cierta la dicha de un segundo gol, pero se encontraron con la
desdicha de la tragedia. La prisa, la mala suerte y la ansiedad, se mezclaron
para dar como resultado una catástrofe que hasta el día de hoy aún se recuerda.
Una estampida humana chocó contra los aficionados que intentaban ayudar a la dama caída en el suelo, y
contra algunos otros que alcanzaron a celebrar el gol, pero ya se disponían a
marcharse; se produjo un efecto dominó que termino dejando a cientos de
personas en el suelo siendo pisoteadas y maltratadas por otros aficionados que
intentaban salvarse de aquella dolorosa cantidad de gritos, agarrones y
empujones. El júbilo se convirtió en llanto y tristeza… en luto.
“Nunca debí haber marcado
ese gol”. Así lo recuerda años más tarde el defensor ruso, al enterarse de las
verdaderas cifras de aquella tragedia. Su gol había matado a más de 300
personas y había dejado heridas a más de mil.
Como anécdota quedará que el
mismo Schvetsot marcaría en el partido de vuelta y su equipo clasificaría a los
octavos de final de aquella Copa UEFA de 1982.
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