La vida y sus eternas revanchas
Tenía
unas ansias enormes por entrar al terreno de juego; era el partido definitivo y
aún no podía creer que fuera titular. Iba a dejar la vida ahí adentro si era
necesario. No todos los días se está disputando el 2do torneo de clubes más
importante del mundo. No pude dormir en toda la noche pensando en como se daría
el encuentro y, sobre todo, en cuál sería el resultado.
Las
cosas no podían comenzar peor, cometo un penal y mi equipo está abajo 1-0 apenas
en el minuto 3. Logramos reponernos y damos vuelta, pero en el 35 el destino me
vuelve a jugar en contra. Cometo una falta que significa el empate para el
rival. Ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado algo así. Pero nada, había
que levantar la cabeza y seguir.
Quedaban
algo más de 15 para finalizar el partido y el empate persistía, algo tenía que
hacer para compensar todo el daño causado. Vuela un centro al área rival, 2
defensores se estorban y el balón va sobre mi cabeza, supe en aquel instante
que era mi momento… sin pensarlo 2 veces me lancé por el aire, impactando de
manera precisa una chilena preciosa.
Por unos segundos el mundo se me puso de cabeza (literalmente), el balón salió buscando puerta contraria, parecía que se iba afuera, pero se encontró con un pie rival que lo desvió y lo mandó al fondo del arco. En ese momento todo fue silencio hasta que caí. Me levanté mirando el balón adentro, pensando en mi esposa y en mi hijo que viene en camino; celebrando por ellos como si hubiera sido mío (al final fue autogol).
Al 86
me cambian y me siento en el banquillo sin poder evitar las lágrimas. Comprendía
que la vida me había dado una revancha. Con ese gol fuimos campeones.
David Ricardo Guerrero
Linda historia, sin repetición? Claro que si muchas veces sucede, pero es alegría cuando se liberan esas malas jugadas. La vida enseña de ellos.
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